Adiós parcial
Jorge Luis Contreras Molina
Su mirada había aprendido a ser vaga desde
hacía mucho tiempo. Seis hijos, dos pérdidas, tres nietos promedio por hijo,
cuatro operaciones, algunas enfermedades reales, una voz que siempre fue de
mujer, siempre apagada, siempre en sordina.
Cierta clase de vida que pasó de repente de la opresión paterna a la de
un falso segundo padre que fue todo lo bien que pudo ser. Un trabajo de medio
día, un corre-corre de todo el día, un querer criar, querer vivir, querer
trascender de cierta indefinible manera. Una vida normal llena de ruido, llena
de pequeños viajes siempre cerca, siempre para conseguir un ocio que la hacía
un poco superior a las otras. Una vida
llena de voces cotidianas que sembraban rutina, responsabilidad, acciones mecánicas
obligatorias y casi dignas. La mujer se hizo vieja mientras rezaba un Dios
bendiga los alimentos. De repente había
canas, pocas energías, muchos prejuicios, y un mundo que se le había escapado.
María está ahora con su mirada vaga de siempre. Espera
al nieto número cinco. Entraron juntos a
este restaurante moderno que no sabe de sentimentalismos. Él fue a comprar la
comida rápida. Él recibió una llamada de
cierta mujer condenada al ciclo. Él salió sin pensar. Una llanta, un pequeño
choque sin trascendencia, un susto menor, un te quiero aquí ahora que estás de
vacaciones. Él no lo hizo por maldad porque tiene el alma buena. Solo salió a
su compromiso inmediato. Solo olvidó a una vieja de mirada vaga.
Me gustó mucho el escrito! ��
ResponderEliminarMe gustó mucho el escrito! ��
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